miércoles

noviembre 6, 2024


Section 1 of 4

2 Kings 20

About 2.9 Minutes

Por aquellos días Ezequías se enfermó gravemente y estuvo a punto de morir. El profeta Isaías, hijo de Amoz, fue a verlo y le dijo: «Así dice el Señor: “Pon tu casa en orden, porque vas a morir; no te recuperarás”».

Ezequías volvió el rostro hacia la pared y rogó al Señor: «Recuerda, Señor, que yo me he conducido delante de ti con lealtad e integridad y he hecho lo que te agrada». Y Ezequías lloró amargamente.

No había salido Isaías del patio central, cuando vino la palabra del Señor: «Regresa y dile a Ezequías, gobernante de mi pueblo, que así dice el Señor, Dios de su antepasado David: “He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas. Voy a sanarte y, en tres días, podrás subir al Templo del Señor. Voy a darte quince años más de vida. Y a ti y a esta ciudad los libraré de caer en manos del rey de Asiria. Yo defenderé esta ciudad por mi causa y por consideración a David mi siervo”».

Entonces Isaías dijo: «Preparen una pasta de higos». Así lo hicieron; luego se la aplicaron al rey en la llaga y se recuperó.

Ezequías había preguntado al profeta:

—¿Qué señal recibiré de que el Señor me sanará y de que en tres días podré subir a su Templo?

Isaías contestó:

—Esta es la señal que te dará el Señor para confirmar lo que te ha prometido: ¿Quieres que la sombra avance diez peldaños o que retroceda diez?

10 —Es fácil que la sombra se extienda diez peldaños —respondió Ezequías—, pero no que vuelva atrás.

11 Entonces el profeta Isaías invocó al Señor, y el Señor hizo que la sombra retrocediera diez peldaños en la escalinata de Acaz.

12 En aquel tiempo Merodac Baladán, hijo de Baladán y rey de Babilonia, envió cartas y un regalo a Ezequías, porque supo que había estado enfermo. 13 Ezequías se alegró al recibir esto y mostró a los mensajeros todos sus tesoros: la plata, el oro, las especias, el aceite fino, su arsenal y todo lo que había en ellos. No hubo nada en su palacio ni en todo su reino que Ezequías no les mostrara.

14 Entonces el profeta Isaías fue a ver al rey Ezequías y le preguntó:

—¿Qué dijeron esos hombres? ¿De dónde vinieron?

—Vinieron de Babilonia, un país lejano —respondió Ezequías.

15 —¿Y qué vieron en tu palacio? —preguntó el profeta.

—Vieron todo lo que hay en él —contestó Ezequías—. No hay nada en mis tesoros que yo no les haya mostrado.

16 Entonces Isaías dijo:

—Oye la palabra del Señor: 17 Sin duda vendrán días en que todo lo que hay en tu palacio y todo lo que tus antepasados atesoraron hasta el día de hoy, será llevado a Babilonia. No quedará nada —dice el Señor—. 18 Y algunos de tus hijos, tus descendientes, serán llevados para servir como eunucos en el palacio del rey de Babilonia.

19 —El mensaje del Señor que tú me has traído es bueno —respondió Ezequías.

Y es que pensaba: «Al menos mientras yo viva, sin duda que habrá paz y seguridad».

20 Los demás acontecimientos del reinado de Ezequías, todo su poderío y cómo construyó el estanque y el acueducto que llevaba agua a la ciudad, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. 21 Ezequías murió, y su hijo Manasés lo sucedió en el trono.


Section 2 of 4

Hebrews 2

About 2.2 Minutes

Por eso es necesario que prestemos más atención a lo que hemos oído, no sea que perdamos el rumbo. Porque, si el mensaje anunciado por los ángeles tuvo validez y toda transgresión y desobediencia recibió su justo castigo, ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? Esta salvación fue anunciada primeramente por el Señor y los que la oyeron nos la confirmaron. A la vez, Dios ratificó su testimonio acerca de ella con señales, prodigios, diversos milagros y dones distribuidos por el Espíritu Santo según su voluntad.

Dios no puso bajo el dominio de los ángeles el mundo venidero del que estamos hablando. Como alguien ha atestiguado en algún lugar:

«¿Qué es el hombre para que en él pienses?
    ¿Qué es el hijo del hombre para que lo tomes en cuenta?
Lo hiciste poco menor que los ángeles
    y lo coronaste de gloria y de honra;
    todo lo pusiste bajo sus pies».

Si Dios puso bajo él todas las cosas, entonces no hay nada que no esté bajo su dominio. Ahora bien, es cierto que todavía no vemos que todo esté sometido a él. Sin embargo, vemos a Jesús, quien fue hecho un poco menor a los ángeles, coronado de gloria y honra por haber padecido la muerte. Así, por la gracia de Dios, la muerte que él sufrió resulta en beneficio de todos.

10 En efecto, a fin de llevar a muchos hijos a la gloria, convenía que Dios, para quien y por medio de quien todo existe, perfeccionara mediante el sufrimiento al autor de la salvación de ellos. 11 Tanto el que santifica como los que son santificados tienen un mismo origen, por lo cual Jesús no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12 cuando dice:

«Proclamaré tu nombre a mis hermanos;
    en medio de la congregación te alabaré».

13 En otra parte dice:

«Yo confiaré en él».

Y añade:

«Aquí me tienen, con los hijos que Dios me ha dado».

14 Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, él también compartió esa naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al diablo—, 15 y librar a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida. 16 Pues, ciertamente, no vino en auxilio de los ángeles, sino de los descendientes de Abraham. 17 Por eso era preciso que en todo se pareciera a sus hermanos, para ser un sumo sacerdote fiel y compasivo al servicio de Dios, a fin de obtener el perdón de los pecados del pueblo. 18 Por haber sufrido él mismo la tentación, puede socorrer a los que son tentados.


Section 3 of 4

Hosea 13

About 3.7 Minutes

Cuando Efraín hablaba, la gente temía;
    él tenía la preeminencia sobre Israel.
    Pero rindió culto a Baal y por ese pecado murió.
Sin embargo, siguen pecando,
    pues se fabrican, según su ingenio,
imágenes de fundición e ídolos de plata
    que no son más que obra de artesanos.
De ellos se dice:
    «Ofrecen sacrificios humanos
    y besan ídolos en forma de becerros».
Por eso serán como nube matutina,
    como rocío que temprano se evapora,
    como paja que se lleva el viento,
    como humo que se escapa por la chimenea.

«Pero yo soy el Señor tu Dios
    desde que estabas en Egipto.
No conocerás a otro dios fuera de mí
    ni hay otro salvador que no sea yo.
Porque yo cuidé de ti en el desierto,
    en esa tierra de terrible aridez.
Les di de comer y quedaron saciados;
    una vez satisfechos, se volvieron arrogantes
    y se olvidaron de mí.
Por eso, yo seré para ellos como un león;
    los acecharé junto al camino como un leopardo.
Los atacaré y desgarraré su pecho
    como una osa a quien le quitan sus cachorros.
¡Los devoraré como un león!
    ¡Los despedazaré como fiera del campo!

»Voy a destruirte, Israel,
    porque estás contra quien te ayuda.
10 ¿Dónde está tu rey,
    para que te salve en todas tus ciudades?
¿Dónde están tus líderes, de los que decías:
    “Dame rey y príncipes”?
11 En mi ira te di rey
    y en mi enojo te lo quité.
12 La maldad de Efraín fue anotada;
    se ha registrado su pecado.
13 Llegan los dolores de parto,
    pero él es una criatura necia:
cuando llega la hora del parto,
    no se acomoda para salir.

14 »Yo los libraré del poder del sepulcro
    y los rescataré de la muerte.
¿Dónde están, oh muerte, tus plagas?
    ¿Dónde está, oh sepulcro, tu destrucción?

»¡No les tendré compasión!
15     Aunque Efraín prospere entre sus hermanos,
vendrá el viento del Señor,
    el viento del este que se levanta del desierto
    y se agotarán sus fuentes y manantiales.
¡Serán saqueados sus tesoros
    y todos sus objetos preciosos!
16 El pueblo de Samaria cargará con su culpa
    por haberse rebelado contra su Dios.
Caerán a filo de espada;
    a los niños los lanzarán contra el suelo
    y a las embarazadas les abrirán el vientre».


Section 4 of 4

Psalms 137-138

About 3.2 Minutes

Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos
    y llorábamos al acordarnos de Sión.
En los álamos que allí había
    colgábamos nuestras arpas.
Allí, los que nos tenían cautivos nos pedían que entonáramos canciones;
    nuestros opresores nos pedían estar alegres;
    nos decían: «¡Cántennos un cántico de Sión!».

¿Cómo cantar las canciones del Señor
    en una tierra extraña?
Si me olvido de ti, Jerusalén,
    ¡que mi mano derecha pierda su destreza!
Si de ti no me acordara
    ni te pusiera por encima de mi propia alegría,
    ¡que la lengua se me pegue al paladar!

Señor, acuérdate de los edomitas
    el día en que cayó Jerusalén.
«¡Arrásenla!» —gritaban—
    «¡Arrásenla hasta sus cimientos!».
Hija de Babilonia, que has de ser destruida,
    ¡dichoso el que te haga pagar
    por todo lo que nos has hecho!
¡Dichoso el que agarre a tus pequeños
    y los estrelle contra las rocas!

Señor, quiero alabarte de todo corazón
    y cantarte salmos delante de los dioses.
Quiero postrarme hacia tu santo Templo
    y alabar tu nombre
    por tu gran amor y fidelidad.
Porque has exaltado tu nombre
    y tu palabra sobre todas las cosas.
Cuando te llamé, me respondiste;
    me infundiste ánimo y renovaste mis fuerzas.

Oh Señor, todos los reyes de la tierra
    te alabarán al escuchar tus palabras.
Celebrarán con cánticos tus caminos,
    porque tu gloria, Señor, es grande.

El Señor es excelso,
    pero toma en cuenta al humilde
    y reconoce de lejos al orgulloso.
Aunque pase por grandes angustias,
    tú me darás vida;
contra el furor de mis enemigos extenderás la mano:
    ¡tu mano derecha me pondrá a salvo!
El Señor cumplirá en mí su propósito.
    Tu gran amor, Señor, perdura para siempre;
    ¡no abandones la obra de tus manos!

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