Wednesday

January 10, 2024

Section 1 of 4

Genesis 11

About 3.1 Minutes

En ese entonces se hablaba un solo idioma en toda la tierra. Al emigrar al oriente, la gente encontró una llanura en la región de Sinar y allí se establecieron.

Un día se dijeron unos a otros: «Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos al fuego». Fue así como usaron ladrillos en vez de piedras y asfalto en vez de mezcla. Luego dijeron: «Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo, nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra».

Pero el Señor bajó para observar la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo. Entonces el Señor dijo: «Todos forman un solo pueblo y hablan un solo idioma; esto es solo el comienzo de sus obras y todo lo que se propongan lo podrán lograr. Será mejor que bajemos a confundir su idioma para que ya no se entiendan entre ellos mismos».

De esta manera el Señor los dispersó desde allí por toda la tierra; por lo tanto, dejaron de construir la ciudad. Por eso a la ciudad se le llamó Babel, porque fue allí donde el Señor confundió el lenguaje de todos los habitantes de la tierra y los dispersó por todo el mundo.

10 Esta es la historia de Sem:

Dos años después del diluvio, cuando Sem tenía cien años, nació su hijo Arfaxad. 11 Después del nacimiento de Arfaxad, Sem vivió quinientos años más y tuvo otros hijos y otras hijas.

12 Cuando Arfaxad tenía treinta y cinco años, nació su hijo Selaj. 13 Después del nacimiento de Selaj, Arfaxad vivió cuatrocientos tres años más y tuvo otros hijos y otras hijas.

14 Cuando Selaj tenía treinta años, nació su hijo Éber. 15 Después del nacimiento de Éber, Selaj vivió cuatrocientos tres años más y tuvo otros hijos y otras hijas.

16 Cuando Éber tenía treinta y cuatro años, nació su hijo Péleg. 17 Después del nacimiento de Péleg, Éber vivió cuatrocientos treinta años más y tuvo otros hijos y otras hijas.

18 Cuando Péleg tenía treinta años, nació su hijo Reú. 19 Después del nacimiento de Reú, Péleg vivió doscientos nueve años más y tuvo otros hijos y otras hijas.

20 Cuando Reú tenía treinta y dos años, nació su hijo Serug. 21 Después del nacimiento de Serug, Reú vivió doscientos siete años más y tuvo otros hijos y otras hijas.

22 Cuando Serug tenía treinta años, nació su hijo Najor. 23 Después del nacimiento de Najor, Serug vivió doscientos años más y tuvo otros hijos y otras hijas.

24 Cuando Najor tenía veintinueve años, nació su hijo Téraj. 25 Después del nacimiento de Téraj, Najor vivió ciento diecinueve años más y tuvo otros hijos y otras hijas.

26 Después de haber vivido setenta años, Téraj tuvo a sus hijos Abram, Najor y Harán.

27 Esta es la historia de Téraj, el padre de Abram, Najor y Harán.

Harán fue el padre de Lot 28 y murió en Ur de los caldeos, su tierra natal, cuando su padre Téraj aún vivía. 29 Abram se casó con Saray y Najor se casó con Milca, la hija de Harán, el cual tuvo otra hija llamada Iscá. 30 Pero Saray era estéril; no podía tener hijos.

31 Téraj salió de Ur de los caldeos rumbo a Canaán. Se fue con su hijo Abram, su nieto Lot, hijo de Harán, y su nuera Saray, la esposa de Abram. Sin embargo, al llegar a la ciudad de Jarán, se quedaron a vivir en aquel lugar 32 y allí mismo murió Téraj a los doscientos cinco años.

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Matthew 10

About 4.7 Minutes

Reunió a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar a los espíritus malignos y sanar toda enfermedad y toda dolencia.

Estos son los nombres de los doce apóstoles:

primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés;

Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo;

Felipe y Bartolomé;

Tomás y Mateo, el recaudador de impuestos;

Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo;

Simón el Zelote y Judas Iscariote, el que lo traicionó.

Jesús envió a estos doce con las siguientes instrucciones: «No vayan a comunidades de los gentiles ni entren en ningún pueblo de los samaritanos. Vayan más bien a las ovejas descarriadas del pueblo de Israel. Dondequiera que vayan, prediquen este mensaje: “El reino de los cielos está cerca”. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien a los que tengan alguna enfermedad en la piel, expulsen a los demonios. Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente. No lleven oro ni plata, ni cobre en el cinturón, 10 ni bolsa para el camino, ni dos mudas de ropa, ni sandalias, ni bastón; porque el trabajador tiene derecho a su sustento.

11 »En cualquier pueblo o aldea donde entren, busquen a alguien que merezca recibirlos y quédense en su casa hasta que se vayan de ese lugar. 12 Al entrar, digan: “Paz a esta casa”. 13 Si el hogar se lo merece, que la paz de ustedes reine en él; mas si no lo merece, que la paz regrese a ustedes. 14 Si alguno no los recibe bien ni escucha sus palabras, salgan de esa casa o de ese pueblo y sacúdanse el polvo de los pies. 15 Les aseguro que en el día del juicio será más tolerable el castigo para Sodoma y Gomorra que para ese pueblo. 16 ¡Presten atención! Yo los envío como ovejas en medio de lobos. Por tanto, sean astutos como serpientes y sencillos como palomas.

17 »Tengan cuidado con la gente; los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. 18 Por mi causa los llevarán ante gobernadores y reyes para dar testimonio a ellos y a los gentiles. 19 Pero cuando los arresten, no se preocupen por lo que van a decir o cómo van a decirlo. En ese momento se les dará lo que han de decir, 20 porque no serán ustedes los que hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por medio de ustedes.

21 »El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo. Los hijos se rebelarán contra sus padres y harán que los maten. 22 Por causa de mi nombre todo el mundo los odiará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo. 23 Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra. Les aseguro que no terminarán de recorrer las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del hombre.

24 »El discípulo no es superior a su maestro ni el siervo superior a su amo. 25 Basta con que el discípulo sea como su maestro y el siervo como su amo. Si al jefe de la casa lo han llamado Beelzebú, ¡cuánto más a los de su familia!

26 »Así que no les tengan miedo, porque no hay nada encubierto que no llegue a revelarse, como tampoco hay nada escondido que no llegue a conocerse. 27 Lo que digo en la oscuridad, díganlo ustedes a plena luz; lo que se susurra al oído, proclámenlo desde las azoteas. 28 No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno. 29 ¿No se venden dos gorriones por una monedita? Sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre. 30 Él les tiene contados aun los cabellos de la cabeza. 31 Así que no tengan miedo, ustedes valen más que muchos gorriones.

32 »A cualquiera que me confiese delante de los demás yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en el cielo. 33 Pero a cualquiera que me niegue delante de los demás yo también lo negaré delante de mi Padre que está en el cielo.

34 »No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada. 35 Porque he venido a poner en conflicto

»“al hombre contra su padre,
    a la hija contra su madre,
    a la nuera contra su suegra;
36 los enemigos de cada cual
    serán los de su propia familia”.

37 »El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; 38 y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. 39 El que se aferre a su vida la perderá; y el que pierda su vida por mi causa la encontrará.

40 »Quien los recibe a ustedes me recibe a mí y quien me recibe a mí recibe al que me envió. 41 Cualquiera que recibe a un profeta por tratarse de un profeta recibirá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo por tratarse de un justo recibirá recompensa de justo. 42 Y quien dé siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por tratarse de uno de mis discípulos, les aseguro que no perderá su recompensa».

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Ezra 10

About 4.8 Minutes

Mientras Esdras oraba y hacía esta confesión llorando y postrándose delante del Templo de Dios, a su alrededor se reunió una gran asamblea de hombres, mujeres y niños del pueblo de Israel. Toda la multitud lloraba amargamente. Entonces uno de los descendientes de Elam, que se llamaba Secanías, hijo de Jehiel, se dirigió a Esdras y le dijo: «Nosotros hemos sido infieles a nuestro Dios, pues tomamos por esposas a mujeres de los pueblos vecinos; pero todavía hay esperanza para Israel. Hagamos un pacto con nuestro Dios, comprometiéndonos a expulsar a todas estas mujeres y a sus hijos, conforme al consejo que nos has dado tú, y todos los que respetan el mandamiento de Dios. ¡Que todo se haga de acuerdo con la Ley! Levántate, pues esta es tu responsabilidad; nosotros te apoyamos. ¡Cobra ánimo y pon manos a la obra!».

Al oír esto, Esdras se levantó e hizo que los líderes de los sacerdotes, los levitas y todo el pueblo de Israel se comprometieran, bajo juramento, a cumplir con lo que habían dicho; y ellos lo juraron. Luego Esdras salió del frente del Templo de Dios y fue a la habitación de Johanán, hijo de Eliasib. Allí se quedó sin comer pan ni beber agua, porque estaba muy deprimido por causa de la infidelidad de los repatriados.

Posteriormente anunciaron en Judá y Jerusalén que todos los que habían regresado del cautiverio debían reunirse en Jerusalén. Y advirtieron que a todo el que no se presentara en el plazo de tres días, según la decisión de los oficiales y los jefes, se le quitarían sus propiedades y se le expulsaría de la asamblea de los repatriados.

Por lo tanto, a los tres días, en el día veinte del mes noveno, se reunieron en Jerusalén todos los hombres de Judá y de Benjamín. Todo el pueblo se sentó en la plaza del Templo de Dios, temblando por causa de ese asunto e intimidados por el aguacero que caía. 10 Entonces el sacerdote Esdras se puso en pie y les dijo:

—Ustedes han sido infieles y han aumentado la culpa de Israel, pues han contraído matrimonio con mujeres extranjeras. 11 Ahora, pues, confiesen su pecado al Señor, Dios de nuestros antepasados, y hagan lo que a él le agrada. Sepárense de los paganos y de las mujeres extranjeras.

12 Toda la asamblea contestó en alta voz:

—Está bien, haremos todo lo que nos has dicho. 13 Pero no podemos quedarnos a la intemperie; estamos en época de lluvias y esto no es asunto de uno o dos días, pues somos muchos los que hemos cometido este pecado. 14 Proponemos que se queden solo los oficiales del pueblo, y que todos los que viven en nuestras ciudades y se han casado con mujeres extranjeras se presenten en fechas determinadas, junto con los jefes y jueces de cada ciudad, hasta que se aparte de nosotros el ardor de la ira de nuestro Dios por causa de esta infidelidad. 15 Solo se opusieron Jonatán, hijo de Asael, y Jahazías, hijo de Ticvá, apoyados por los levitas Mesulán y Sabetay.

16 Los que habían regresado del cautiverio actuaron según lo que se había convenido. Entonces el sacerdote Esdras seleccionó y llamó por nombre a ciertos jefes de familia, y a partir del primer día del mes décimo se reunió con ellos para tratar cada caso. 17 Y el primer día del mes primero terminaron de resolver los casos de todos los que se habían casado con mujeres extranjeras.

18 Los descendientes de los sacerdotes que se habían casado con mujeres extranjeras fueron los siguientes:

De Jesúa, hijo de Josadac, y de sus hermanos:

Maseías, Eliezer, Jarib y Guedalías. 19 Ellos se comprometieron a despedir a sus mujeres extranjeras y ofrecieron un carnero como sacrificio por el perdón de su pecado.

20 De Imer:

Jananí y Zebadías.

21 De Jarín:

Maseías, Elías, Semaías, Jehiel y Uzías.

22 De Pasur:

Elihoenay, Maseías, Ismael, Natanael, Jozabad y Elasá.

23 De los levitas:

Jozabad, Simí, Quelaías o Quelitá, Petaías, Judá y Eliezer.

24 De los cantores:

Eliasib.

De los porteros:

Salún, Telén y Uri.

25 Y de los demás israelitas:

De Parós:

Ramías, Jezías, Malquías, Mijamín, Eleazar, Malquías y Benaías.

26 De Elam:

Matanías, Zacarías, Jehiel, Abdí, Jeremot y Elías.

27 De Zatú:

Elihoenay, Eliasib, Matanías, Jeremot, Zabad y Azizá.

28 De Bebay:

Johanán, Jananías, Zabay y Atlay.

29 De Baní:

Mesulán, Maluc, Adaías, Yasub, Seal y Ramot.

30 De Pajat Moab:

Adná, Quelal, Benaías, Maseías, Matanías, Bezalel, Binuy y Manasés.

31 De Jarín:

Eliezer, Isías, Malquías, Semaías, Simeón, 32 Benjamín, Maluc y Semarías.

33 De Jasún:

Matenay, Matatá, Zabad, Elifelet, Jeremay, Manasés y Simí.

34 De Baní:

Maday, Amirán, Uel, 35 Benaías, Bedías, Queluhi, 36 Vanías, Meremot, Eliasib, 37 Matanías, Matenay, Jasay.

38 De los descendientes de Binuy:

Simí, 39 Selemías, Natán, Adaías, 40 Macnadebay, Sasay, Saray, 41 Azarel, Selemías, Semarías, 42 Salún, Amarías y José.

43 De Nebo:

Jeyel, Matatías, Zabad, Zebiná, Jadai, Joel y Benaías.

44 Todos estos se habían casado con mujeres extranjeras y algunos habían tenido hijos con ellas.

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Acts 10

About 4.8 Minutes

Vivía en Cesarea un centurión llamado Cornelio del regimiento conocido como el Italiano. Él y toda su familia eran devotos y temerosos de Dios. Realizaba muchas obras de beneficencia para el pueblo de Israel y oraba a Dios constantemente. Un día, como a las tres de la tarde, tuvo una visión. Vio claramente a un ángel de Dios que se acercaba y le decía:

—¡Cornelio!

—¿Qué quieres, Señor? —preguntó Cornelio, mirándolo fijamente y con mucho miedo.

—Dios ha recibido tus oraciones y tus obras de beneficencia como una ofrenda —contestó el ángel—. Envía de inmediato a algunos hombres a Jope para que hagan venir a un tal Simón, también llamado Pedro. Él se hospeda con Simón el curtidor, que tiene su casa junto al mar.

Después de que se fue el ángel que le había hablado, Cornelio llamó a dos de sus siervos y a un soldado devoto de los que le servían regularmente. Les explicó todo lo que había sucedido y los envió a Jope.

Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar. Era casi el mediodía. 10 Sintió hambre y quiso algo de comer. Mientras le preparaban la comida, tuvo una visión. 11 Vio el cielo abierto y algo parecido a una gran sábana que, suspendida por las cuatro puntas, descendía hacia la tierra. 12 En ella había toda clase de cuadrúpedos, como también reptiles y aves.

13 —Levántate, Pedro, mata y come —le dijo una voz.

14 —¡De ninguna manera, Señor! —respondió Pedro—. Jamás he comido nada impuro o inmundo.

15 Por segunda vez le insistió la voz:

—Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro.

16 Esto sucedió tres veces y enseguida la sábana fue recogida al cielo.

17 Pedro no atinaba a explicarse cuál podría ser el significado de la visión. Mientras tanto, los hombres enviados por Cornelio, que estuvieron preguntando por la casa de Simón, se presentaron a la puerta. 18 Llamaron y preguntaron si allí se hospedaba Simón, apodado Pedro.

19 Mientras Pedro seguía reflexionando sobre el significado de la visión, el Espíritu le dijo: «Mira, Simón, tres hombres te buscan. 20 Date prisa, baja y no dudes en ir con ellos, porque yo los he enviado».

21 Pedro bajó y dijo a los hombres:

—Aquí estoy; yo soy el que ustedes buscan. ¿Qué asunto los ha traído por acá?

22 Ellos contestaron:

—Venimos de parte del centurión Cornelio, un hombre justo y temeroso de Dios, respetado por todo el pueblo judío. Un ángel de Dios le dio instrucciones de invitarlo a usted a su casa para escuchar lo que usted tiene que decirle.

23 Entonces Pedro los invitó a pasar y los hospedó.

Al día siguiente, Pedro se fue con ellos acompañado de algunos creyentes de Jope. 24 Un día después llegó a Cesarea. Cornelio estaba esperándolo con los parientes y amigos íntimos que había reunido. 25 Al llegar Pedro a la casa, Cornelio salió a recibirlo y postrándose delante de él, le rindió homenaje. 26 Pero Pedro hizo que se levantara y dijo:

—Ponte de pie, que solo soy un hombre como tú.

27 Pedro entró en la casa conversando con él y encontró a muchos reunidos.

28 Entonces les habló así:

—Ustedes saben muy bien que nuestra Ley prohíbe que un judío se junte con un extranjero o lo visite. Pero Dios me ha hecho ver que a nadie debo llamar impuro o inmundo. 29 Por eso, cuando mandaron por mí, vine sin poner ninguna objeción. Ahora permítanme preguntarles: ¿para qué me hicieron venir?

30 Cornelio contestó:

—Hace tres días a esta misma hora, las tres de la tarde, estaba yo en casa orando. De repente apareció delante de mí un hombre vestido con ropa brillante 31 y me dijo: “Cornelio, Dios ha oído tu oración y se ha acordado de tus obras de beneficencia. 32 Por lo tanto, envía a alguien a Jope para hacer venir a Simón, llamado Pedro, que se hospeda en casa de Simón el curtidor, junto al mar”. 33 Así que inmediatamente mandé a llamarte y tú has tenido la bondad de venir. Ahora estamos todos aquí, en la presencia de Dios, para escuchar todo lo que el Señor te ha encomendado que nos digas.

34 Pedro tomó la palabra y dijo:

—Ahora comprendo que en realidad para Dios no hay favoritismos, 35 sino que en toda nación él ve con agrado a los que le temen y actúan con justicia. 36 Dios envió su mensaje al pueblo de Israel, anunciando las buenas noticias de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos. 37 Ustedes conocen este mensaje que se difundió por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan. 38 Me refiero a Jesús de Nazaret: cómo lo ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder, y cómo anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. 39 Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. Lo mataron, colgándolo de un madero, 40 pero Dios lo resucitó al tercer día y dispuso que se apareciera, 41 no a todo el pueblo, sino a nosotros, testigos previamente escogidos por Dios, que comimos y bebimos con él después de su resurrección. 42 Él nos mandó a predicar al pueblo y a dar solemne testimonio de que ha sido nombrado por Dios como juez de vivos y muertos. 43 De él dan testimonio todos los profetas: que todo el que cree en él recibe, por medio de su nombre, el perdón de los pecados.

44 Mientras Pedro estaba todavía hablando, el Espíritu Santo descendió sobre todos los que escuchaban el mensaje. 45 Los creyentes judíos que habían llegado con Pedro se quedaron asombrados de que el don del Espíritu Santo se hubiera derramado también sobre los no judíos, 46 pues los oían hablar en lenguas y alabar a Dios. Entonces Pedro respondió:

47 —¿Acaso puede alguien negar el agua para que sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros?

48 Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedara con ellos algunos días.


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