Thursday

March 7, 2024


Section 1 of 4

Exodus 19

About 3.1 Minutes

Los israelitas llegaron al desierto de Sinaí el primer día del tercer mes de haber salido de Egipto. Después de partir de Refidín, se internaron en el desierto de Sinaí y allí en el desierto acamparon, frente al monte, al cual subió Moisés para encontrarse con Dios. Y desde allí lo llamó el Señor y le dijo: «Anúnciale esto al pueblo de Jacob; declárale esto al pueblo de Israel: “Ustedes son testigos de lo que hice con Egipto y de que los he traído hacia mí como sobre alas de águilas. Si ahora ustedes me son del todo obedientes y cumplen mi pacto, serán mi propiedad exclusiva entre todas las naciones. Aunque toda la tierra me pertenece, ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa”.

»Comunícales todo esto al pueblo de Israel».

Moisés volvió y convocó a los jefes del pueblo para exponerles todas estas palabras que el Señor había ordenado comunicarles, y todo el pueblo respondió a una sola voz: «Cumpliremos con todo lo que el Señor nos ha ordenado».

Así que Moisés llevó al Señor la respuesta del pueblo y el Señor dijo:

—Voy a presentarme ante ti en medio de una densa nube, para que el pueblo me oiga hablar contigo y también tenga siempre confianza en ti.

Moisés refirió al Señor lo que el pueblo le había dicho 10 y el Señor dijo:

—Ve y consagra al pueblo hoy y mañana. Diles que laven sus ropas 11 y que se preparen para el tercer día, porque en ese mismo día yo, el Señor, descenderé sobre el monte Sinaí, a la vista de todo el pueblo. 12 Pon límites alrededor del monte para que el pueblo no pase. Diles que no suban al monte, y que ni siquiera pongan un pie en él, pues cualquiera que lo toque será condenado a muerte. 13 Sea hombre o animal, no quedará con vida. Quien se atreva a tocarlo, morirá a pedradas o a flechazos. Solo podrán subir al monte cuando se oiga el toque largo de la trompeta de cuerno de carnero.

14 En cuanto Moisés bajó del monte, consagró al pueblo; ellos, por su parte, lavaron sus ropas. 15 Luego Moisés les dijo: «Prepárense para el tercer día y absténganse de relaciones sexuales».

16 En la madrugada del tercer día hubo truenos y relámpagos, y una densa nube se posó sobre el monte. Un toque muy fuerte de trompeta puso a temblar a todos los que estaban en el campamento. 17 Entonces Moisés sacó del campamento al pueblo para que fuera a su encuentro con Dios, y ellos se detuvieron al pie del monte Sinaí. 18 El monte estaba cubierto de humo, porque el Señor había descendido sobre él en medio de fuego. Era tanto el humo que salía del monte, que parecía un horno; todo el monte se sacudía violentamente, 19 y el sonido de la trompeta era cada vez más fuerte. Entonces habló Moisés y Dios le respondió en el trueno.

20 El Señor descendió a la cumbre del monte Sinaí y desde allí llamó a Moisés para que subiera. Cuando Moisés llegó a la cumbre, 21 el Señor dijo:

—Baja y advierte al pueblo que no intenten romper el cerco para verme, no sea que muchos de ellos pierdan la vida. 22 Hasta los sacerdotes que se acercan a mí deben consagrarse; de lo contrario, yo arremeteré contra ellos.

23 Moisés dijo al Señor:

—El pueblo no puede subir al monte Sinaí, pues tú mismo nos has advertido: “Pon límites alrededor del monte y conságralo”.

24 El Señor respondió:

—Baja y dile a Aarón que suba contigo. Pero ni los sacerdotes ni el pueblo deben romper el cerco, pues de lo contrario, yo arremeteré contra ellos.

25 Moisés bajó y repitió eso mismo al pueblo.


Section 2 of 4

Luke 22

About 7.2 Minutes

Se aproximaba la fiesta de los Panes sin levadura, llamada la Pascua. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley buscaban algún modo de acabar con Jesús, porque temían al pueblo. Entonces entró Satanás en Judas, uno de los doce, al que llamaban Iscariote. Este fue a los jefes de los sacerdotes y a los capitanes del Templo para tratar con ellos cómo les entregaría a Jesús. Ellos se alegraron y acordaron darle dinero. Él aceptó y comenzó a buscar una oportunidad para entregarles a Jesús cuando no hubiera gente.

Cuando llegó el día de la fiesta de los Panes sin levadura, en que debía sacrificarse el cordero de la Pascua, Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles:

—Vayan a hacer los preparativos para que comamos la Pascua.

—¿Dónde quieres que la preparemos? —le preguntaron.

10 —Miren —contestó él—, al entrar ustedes en la ciudad les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo hasta la casa en que entre 11 y díganle al dueño de la casa: “El Maestro pregunta: ¿dónde está la sala en la que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. 12 Él les mostrará en la planta alta una sala amplia y amueblada. Preparen allí la cena.

13 Ellos se fueron y encontraron todo tal como les había dicho Jesús. Así que prepararon la Pascua.

14 Cuando llegó la hora, Jesús y sus apóstoles se sentaron a la mesa. 15 Entonces les dijo:

—He tenido muchísimos deseos de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer, 16 pues les digo que no volveré a comerla hasta que tenga su pleno cumplimiento en el reino de Dios.

17 Luego tomó la copa, dio gracias y dijo:

—Tomen esto y repártanlo entre ustedes. 18 Les digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.

19 También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo:

—Esto es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí.

20 De la misma manera, tomó la copa después de cenar y dijo:

—Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes. 21 Pero sepan que la mano del que va a traicionarme está con la mía sobre la mesa. 22 El Hijo del hombre se irá según está determinado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona!

23 Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos haría esto.

24 Tuvieron además un altercado sobre cuál de ellos sería el más importante. 25 Jesús les dijo:

—Los reyes de las naciones oprimen a sus súbditos y los que ejercen autoridad sobre ellos se llaman a sí mismos benefactores. 26 No sea así entre ustedes. Al contrario, el mayor debe comportarse como el menor y el que manda como el que sirve. 27 Porque, ¿quién es más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es el que está sentado a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre ustedes como uno que sirve. 28 Ahora bien, ustedes son los que han estado siempre a mi lado en mis pruebas. 29 Por eso, yo mismo les concedo un reino, así como mi Padre me lo concedió a mí, 30 para que coman y beban a mi mesa en mi reino y se sienten en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

31 »Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo. 32 Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos.

33 —Señor —respondió Pedro—, estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte.

34 Pero él dijo:

—Pedro, te digo que hoy mismo, antes de que cante el gallo, tres veces negarás que me conoces.

35 Luego Jesús dijo a todos:

—Cuando los envié a ustedes sin monedero ni bolsa ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?

—Nada —respondieron.

36 Entonces les dijo:

—Ahora, en cambio, el que tenga un monedero, que lo lleve; así mismo, el que tenga una bolsa. Y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una. 37 Porque les digo que tiene que cumplirse en mí aquello que está escrito: “Y fue contado entre los malhechores”. En efecto, lo que se ha escrito de mí se está cumpliendo.

38 —Mira, Señor —le señalaron los discípulos—, aquí hay dos espadas.

—¡Basta! —les contestó.

39 Jesús salió de la ciudad y, como de costumbre, se dirigió al monte de los Olivos y sus discípulos lo siguieron. 40 Cuando llegaron al lugar, les dijo: «Oren para que no caigan en tentación». 41 Entonces se separó de ellos a una buena distancia, se arrodilló y empezó a orar: 42 «Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya». 43 Entonces se apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. 44 Pero como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra.

45 Cuando terminó de orar y volvió a los discípulos, los encontró dormidos, agotados por la tristeza. 46 «¿Por qué están durmiendo? —les exhortó—. Levántense y oren para que no caigan en tentación».

47 Todavía estaba hablando Jesús cuando se apareció una turba, y al frente iba uno de los doce, el que se llamaba Judas. Este se acercó a Jesús para besarlo, 48 pero Jesús le preguntó:

—Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre?

49 Los discípulos que lo rodeaban, al darse cuenta de lo que pasaba, dijeron:

—Señor, ¿atacamos con la espada?

50 Y uno de ellos hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha.

51 —¡Déjenlos! —ordenó Jesús.

Entonces tocó la oreja al hombre y lo sanó. 52 Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los capitanes del Templo y a los líderes religiosos, que habían venido a prenderlo:

—¿Acaso soy un bandido para que vengan con espadas y palos? 53 Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no se atrevieron a ponerme las manos encima. Pero ya ha llegado la hora de ustedes, cuando reinan las tinieblas.

54 Prendieron entonces a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía de lejos. 55 Pero luego, cuando encendieron una fogata en medio del patio y se sentaron alrededor, Pedro se les unió. 56 Una criada lo vio allí sentado a la lumbre, lo miró detenidamente y dijo:

—Este estaba con él.

57 Pero él lo negó, diciendo:

—Muchacha, yo no lo conozco.

58 Poco después lo vio otro y afirmó:

—Tú también eres uno de ellos.

—¡No, hombre, no lo soy! —contestó Pedro.

59 Como una hora más tarde, otro lo acusó:

—Seguro que este estaba con él; miren que es galileo.

60 —¡Hombre, no sé de qué estás hablando! —respondió Pedro.

En el mismo momento en que dijo eso, cantó el gallo. 61 El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces». 62 Y saliendo de allí, lloró amargamente.

63 Los hombres que vigilaban a Jesús comenzaron a burlarse de él y a golpearlo. 64 Vendaron sus ojos y le preguntaban:

—¡Profetiza! ¿Quién te pegó?

65 Y le lanzaban muchos otros insultos.

66 Al amanecer, se reunieron los líderes religiosos del pueblo, tanto los jefes de los sacerdotes como los maestros de la Ley, e hicieron comparecer a Jesús ante el Consejo.

67 —Si eres el Cristo, dínoslo —le exigieron.

Jesús contestó:

—Si se lo dijera a ustedes, no me lo creerían 68 y, si les hiciera preguntas, no me contestarían. 69 Pero de ahora en adelante el Hijo del hombre estará sentado a la derecha del Dios Todopoderoso.

70 —¿Eres tú, entonces, el Hijo de Dios? —preguntaron a una voz.

Y él les dijo:

—Ustedes mismos lo dicen.

71 —¿Para qué necesitamos más testimonios? —resolvieron—. Acabamos de oírlo de sus propios labios.


Section 3 of 4

Job 37

About 3.5 Minutes

»Al llegar a este punto, mi corazón se acelera
    como si fuera a salírseme del pecho.
¡Escucha, escucha el estruendo de su voz,
    el ruido estrepitoso que sale de su boca!
Lanza sus rayos bajo el cielo entero;
    su resplandor, hasta los confines de la tierra.
Sigue luego el rugido majestuoso de su voz;
    ¡ella resuena y no retiene sus rayos!
Dios hace tronar su voz
    y se producen maravillas:
¡Dios hace grandes cosas
    que rebasan nuestra comprensión!
A la nieve ordena: “¡Cae sobre la tierra!”,
    y a la lluvia: “¡Muestra tu poder!”.
Detiene la actividad humana
    para que todos reconozcan sus obras.
Los animales buscan abrigo
    y se quedan en sus cuevas.
De las constelaciones del sur viene la tempestad;
    de los vientos del norte, el frío.
10 Por el aliento de Dios se forma el hielo
    y se congelan las masas de agua.
11 Con agua de lluvia carga las nubes
    y lanza sus relámpagos desde ellas;
12 y estas van de un lado a otro,
    por toda la faz de la tierra,
    dispuestas a cumplir sus mandatos.
13 Por su bondad, hace que vengan las nubes,
    ya sea para castigar o para bendecir.

14 »Escucha esto, Job,
    ponte a pensar en las maravillas de Dios.
15 ¿Sabes cómo controla Dios las nubes
    y cómo hace que su relámpago deslumbre?
16 ¿Sabes cómo las nubes,
    maravillas del conocimiento perfecto,
    se mantienen suspendidas?
17 Tú, que te sofocas de calor entre tus ropas
    cuando la tierra dormita bajo el viento del sur,
18 ¿puedes ayudarle a extender los cielos,
    sólidos como espejo de bronce bruñido?

19 »Haznos saber qué debemos responderle,
    pues debido a nuestra ignorancia
    no tenemos argumentos.
20 ¿Le haré saber que estoy pidiendo la palabra?
    ¿Quién se atreve a hablar para ser destruido?
21 No hay quien pueda mirar al sol brillante
    después de que el viento ha despejado los cielos.
22 Un dorado resplandor viene del norte;
    ¡viene Dios, envuelto en terrible majestad!
23 El Todopoderoso no está a nuestro alcance;
    excelso es su poder.
Grandes son su justicia y rectitud;
    ¡a nadie oprime!
24 Por eso le temen los mortales,
    porque él no toma en cuenta a los sabios de corazón».


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2 Corinthians 7

About 1.9 Minutes

Como tenemos estas promesas, queridos hermanos, purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación.

Hagan lugar para nosotros en su corazón. A nadie hemos agraviado, a nadie hemos corrompido, a nadie hemos explotado. No digo esto para condenarlos; ya les he dicho que tienen un lugar tan amplio en nuestro corazón que con ustedes viviríamos o moriríamos. Les tengo mucha confianza y me siento muy orgulloso de ustedes. Estoy muy animado; en medio de todas nuestras aflicciones se desborda mi alegría.

Cuando llegamos a Macedonia, nuestro cuerpo no tuvo ningún descanso, nos vimos acosados por todas partes: conflictos por fuera, temores por dentro. Pero Dios, que consuela a los abatidos, nos consoló con la llegada de Tito y no solo con su llegada, sino también con el consuelo que él había recibido de ustedes. Él nos habló del anhelo, de la profunda tristeza y de la honda preocupación que ustedes tienen por mí, lo cual me llenó de alegría.

Si bien los entristecí con mi carta, no me pesa. Es verdad que antes me pesó, porque me di cuenta de que por un tiempo mi carta los había entristecido. Sin embargo, ahora me alegro, no porque se hayan entristecido, sino porque su tristeza los llevó al arrepentimiento. Ustedes se entristecieron tal como Dios lo quiere, de modo que nosotros de ninguna manera los hemos perjudicado. 10 La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte. 11 Fíjense en lo que ha producido en ustedes esta tristeza que proviene de Dios: ¡qué empeño, qué afán por disculparse, qué indignación, qué temor, qué anhelo, qué preocupación, qué disposición para ver que se haga justicia! En todo han demostrado su inocencia en este asunto. 12 Así que, a pesar de que les escribí, no fue por causa del ofensor ni del ofendido, sino para que delante de Dios se dieran cuenta por ustedes mismos de cuánto interés tienen en nosotros. 13 Todo esto nos reanima.

Además del consuelo que hemos recibido, nos alegró muchísimo ver lo feliz que estaba Tito debido a que todos ustedes fortalecieron su espíritu. 14 Ya le había dicho que me sentía orgulloso de ustedes y no me han hecho quedar mal. Al contrario, así como todo lo que dijimos es verdad, también resultaron ciertos los elogios que hice de ustedes delante de Tito. 15 Y él les tiene aún más cariño al recordar que todos ustedes fueron obedientes y lo recibieron con temor y temblor. 16 Me alegro de que puedo confiar plenamente en ustedes.

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